MONS. MARTÍN: MADURAR LA FE PARA QUE SEA UN ESTILO DE VIDA
¿Recuerdan el Evangelio del Domingo pasado? ¿vinieron a Misa?
Recuerden. Sal y Luz. Los cristianos tenemos que ser Sal y Luz en la Tierra.
Y hoy nos ayuda a hacernos otras preguntas este Evangelio y nos pide y nos ayuda a preguntarnos esto.
¿Cómo estamos viviendo nuestra fe?
¿La estamos viviendo maduramente?
¿Nuestra fe va madurando en el tiempo?
¿Se ha quedado bien infantil?
¿Cómo consideramos nuestra fe?
Y Jesús nos ayuda con este Evangelio a mostrarnos un camino de maduración en esta fe.
Por eso lo primero que dice es, yo no vine a arrojar la ley para afuera, no vine a abolirla, no vine a decirle, no, la ley no hay que cumplirla, sino que vine a darle el verdadero sentido que tiene la ley. La ley no es mala, ni el culto es malo, pero tienen que ser manifestaciones de otra cosa. Simplemente, dice Jesús, la ley es un camino. Dice eso, no, no es el camino. Indica un camino, nos ayuda en el camino. Es una señal en el camino, el camino de Jesucristo hacia una meta, vamos a hacer el camino con Dios. Y la ley está como señal en el camino como para marcarnos los límites de ese camino y ayudarnos en esa recorrida. Pero no es un fin en sí mismo. Por eso no hay que quedarse en la ley.
No viene a abolir la ley, pero no se queden en ella.
Yo los invito, dice Jesús, a dar un paso más. Los invito a que vivan la fe como un estilo de vida. Los invito a que vivan la fe como un modo de vivir. El modo de vivir de ustedes tiene que estar impregnado de esta fe. Entonces, la fe de ustedes no tiene que quedarse en simplemente cosas exteriores. No es solo cumplimientos exteriores, como muchas veces nos podemos quedar. "Bueno, cumplo con el Señor porque cumplo estas cosas y con eso me quedo tranquilo." Jesús dice, la fe de ustedes tiene que ser un estilo de vida. La manera de vivir de ustedes tiene que estar empapada de la fe de ustedes. Por lo tanto, lo que tiene que salir en sus actitudes tiene que salir de su interior. Tiene que salir del corazón.
Por eso decimos que nuestra fe y nuestro seguimiento de Jesús es el amor fraterno. Eso es lo que nos caracteriza nosotros, los cristianos. El amor fraterno va más allá de la justicia. Implica la justicia, pero va más allá de la justicia. El amor al hermano es lo que nos caracteriza y eso nace del corazón. El amor nace del corazón del interior de la persona y ahí tiene que hacerse las cosas. Y el motivo por el cual hago las cosas no es simplemente para cumplir con lo que se me pide, sino porque nace del amor que tengo al hermano y por eso hago las cosas. Y ese amor se manifiesta después en el culto, se manifiesta en el cumplimiento de la ley. Todo eso porque también el culto ayuda a crecer ese amor.
Pero lo primero de todo es que es el amor, es la manera desde donde yo hago las cosas, mis actitudes, mis acciones, todo lo que hago en la vida, desde donde lo hago. De simplemente un cumplimiento o desde el amor, desde el interior de mi corazón. La fe de ustedes tiene que ser un estilo de vida. La manera de vivir de cristianos es su fe. Y por eso se manifiesta en la relación con el demás.
Todos los ejemplos que pone Jesús en este Evangelio están en relación a los demás. Porque nuestra fe se juega en la relación con el mundo, con las cosas, con los demás. Por eso nos dice, se les dijo en el pasado, no matarás. Pero yo les digo, vamos a dar un paso más, yo les digo que si ustedes insultan a su hermano, si abusan de él, si lo critican, si son indiferentes, si lo maldicen, ya están faltando a esa ley evangélica que es la ley del amor fraterno. Ya lo están haciendo. Es un amor mucho más exigente. No es que vino Jesús a rebajar las cosas que se ofrecían los fariseos con su ley. No, es más exigente moverse por el amor. Y entonces dicen, se les dijo no matarás. Pero no se queden tranquilos con eso. "Yo no mato a nadie. Tranquilo, ando por la vida."
Pero ¿cómo tú te relacionás con los demás?
Cuando tú hablas de los demás, ¿cómo hablas?
¿Qué hablas? ¿Qué decís? ¿Qué no decís?
Y después, otra de las cosas que nos dicen en este Evangelio, Jesús, por eso, es cómo tenemos que vivir esta fe de forma radical. Si sabes que algo te está haciendo mal, no juguetees con esas cosas. Por eso, eso de que si tu ojo es ocasión de pecado, quítate, etcétera, etcétera, todo lo que decía el Evangelio, está hablando de que todo lo que hay en juego en esto, porque está en juego nuestra felicidad, porque si Jesús nos pide todo eso, es porque quiere que caminemos a la perfección, hacia la felicidad.
Él quiere eso para nosotros, que seamos felices. Entonces, cuando nos plantea eso, lo plantea con radicalidad, porque nos tenemos que jugar en esto. A veces nosotros estamos con un pie acá y otro pie allá y jugamos, ¿no? Muchas veces, en el límite de las cosas. Si uno sabe que hay algo que me perjudica o perjudica a los demás, no estés jugando con esas cosas, porque te pueden llevar a lo peor, muchas veces.
Muchas veces uno se plantea esta ley del Evangelio que nos plantea Jesús y nos preguntamos, bueno, es exigente, nos tenés que ayudar. Y por eso él se quedó en la Eucaristía, porque sabe que necesitamos ayuda para obedecer la ley según el Evangelio. Y por eso estamos acá, lo vamos a recibir, nos vamos a encontrar con él.
Estamos acá porque venimos a presentarle primero lo vivido. Lo primero de todo es la fe que vivimos afuera todos los días, en todo momento. Esta fe, vivimos el amor que pudimos tener con los demás y aquel que quedó en pañales. Todo eso lo venimos a presentar y ponerlo en sus manos con humildad.
Pero al mismo tiempo le pedimos, Señor, enséñanos a amar. No sabemos, en nuestra fe muchas veces es infantil, inmadura se ha quedado en cumplir cosas, pero no hay a la raíz desde donde tenemos que vivir nuestra fe.
Que nos ayude entonces en esta Eucaristía y siempre a ir madurando y creciendo en esta fe.