MENSAJE DEL OBISPO A LOS SACERDOTES EN LA MISA CRISMAL

07.04.2023

Hoy es un día de agradecimiento y también es un día de compromiso. Cuando nos saludan nos desean un feliz día, es un día importante y vivimos el orgullo de ser sacerdote. En este feliz día nos hacen sentir realmente esto que hemos recibido y lo llevamos con alegría y con orgullo.

Yo pensaba en esta mañana cuáles son los aspectos que yo sentía como importantes, para estar atentos en este servicio a la Iglesia y al mundo. Y lo primero que se me ocurría, dentro de muchos aspectos -ustedes pueden ir agregando todo lo que quieran- pero me parecen dos aspectos. El primero a tener en cuenta en este tiempo es cuidar esa vocación recibida. Cuidar la vocación, un don que hemos recibido y como regalo de Dios para nosotros y para la iglesia nuestro deber es cuidarla.

No sé si el día de mañana se llegará al sacerdocio por otras vías. Siempre va a existir y siempre va a haber llamados. y vocación a aquel que quiera entregar su vida, de esta manera totalmente.

Y me acordaba de una definición de celibato que siempre me acompañó y me parece importante recordarla. Dice: por el celibato yo le permito a Dios disponer totalmente de mi vida, sin guardarme nada. Porque creo que ese es el llamado. Ese es el llamado que tenemos que cuidar. Hemos recibido un don para decirle al Señor, acá tenés mi vida, disponé de ella como quieras, yo no me quiero guardar nada para mí. Y entonces así empieza a convertirse en un signo, es un signo para los demás que indudablemente depende de que seamos signos o no, nuestra manera de estar en el mundo. Y podemos estar bien o podemos estar mal. Podemos entregar todo, dejar alguna puerta abierta. Y ese es nuestro trabajo, de todos los días, entregar totalmente nuestra vida a él. Cuando se empiezan a colar cosas que no son compatibles con esta vocación y este llamado tenemos que estar atentos. Por lo tanto, el cuidar nuestra vocación es un deber que tenemos. Porque la meta de nuestro ministerio es amar mejor, no es dejar de amar, es amar mejor para amar a la manera de Jesús.

Y ese amar exige que uno se olvide cada vez más de sí mismos para que los demás ocupen un lugar preponderante en nuestra vida.

Por eso, pensaba, lo primero de todo, tenemos que estar atentos en este tiempo. Es eso, cuidar nuestra vocación, este regalo de Dios. Cuidado por estar orgullosos de lo que hemos recibido, pero cuidarlo porque no podemos vivir de rentas, hay que estar atentos permanentemente para no zafarnos por algún lado.

La otra cosa que me pareció importante de estar atentos en ese servicio que prestamos a la Iglesia y al mundo es estar atentos a los signos de los tiempos. Es decir, ¿por dónde hoy Dios se está mostrando, por donde hoy el Espíritu está mostrando...cómo servir a la Iglesia y al mundo.

Tenemos que estar atentos que es lo que necesita realmente el mundo de nosotros y de la Iglesia. Y por eso tenemos que estar atentos a esos brotes del espíritu que van surgiendo por aquí y por allá. Sí y tener el valor como también se nos invita en este tiempo vecino a la escucha, a escucharnos unos a otros de una manera, que realmente sepamos con qué caminamos y qué es lo que piensan aquellos que caminan con nosotros, no solamente en nuestra fe, sino en el mundo. Y no es para concluir "vale todo", sino para ver, elegir, sentir, el sentir de la gente y después ir viendo y discerniendo aquello que realmente tenemos que cambiar.

Una de las cosas que me parece importante en estos signos de los tiempos es no aferrarnos a las cosas que ya no evangelizan y tenemos que estar muy atentos a eso, y tener el valor de decir, esto sirvió en su momento, hoy ya no dice nada. O transformarlo, o cambiarlo, pero debemos tener el valor de caminar a la luz del espíritu. Nosotros lo que hacemos es abrirle los caminos al Espíritu. Esa es nuestra tarea. Él es el que nos va mostrando las cosas. No nosotros marcando las cosas como deben ser, sino escuchando al Espíritu para que vaya mostrando por dónde hoy tenemos que ir.

Y estar atentos, atentos a los tiempos, a los tiempos de los demás, a los tiempos de la Iglesia. Y caminando con prudencia, con paciencia, pero con seguridad. Esa es nuestra tarea, en este tiempo, como Iglesia, como sacerdotes, orgullosos de lo que somos, sabiendo que tenemos una tarea que nos sobrepasa, por la cual estamos al servicio, una misión, porque sabemos quién nos acompaña. Y por eso vamos pacientes, tranquilos y con alegría sabiendo que el Espíritu sigue acompañando a la Iglesia en estos tiempos, que no sé si serán más difíciles que los anteriores, pero es nuestro tiempo. Tenemos que honrarlo, tenemos que respetarlo. tenemos que servirlo.

En un ratito en esta celebración renovamos nuestros compromisos. Una cosa que me parece importante. Se nos invita a hacer todo por el amor de Cristo. Hacer todo por el amor de Cristo y por el amor a los demás. Eso es lo que nos tiene que mover y eso es lo que pretendemos hacer. También, indudablemente, con la ayuda de todos ustedes, como también lo pedimos al final de esta renovación. Necesitamos caminar juntos, escucharnos, corregirnos fraternalmente, y eso debe ser nuestra marcha como Iglesia. Para seguir creciendo en generosidad en la entrega. Demos esta gracia al Señor en esta mañana.