"LA CRUZ DE JESÚS NOS RECUERDA NUESTRA PROPIA CRUZ"

08.04.2023

HOMILÍA DEL P. CÉSAR EN LA CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Hoy viernes, viernes santo. Hoy es el día de la cruz más victoriosa, desde donde Jesús nos dejó lo mejor de él mismo. Como su madre, desde la cruz. Jesús nos dejó lo mejor de Él mismo, como nuestra Madre, el perdón también para los verdugos y la confianza total en Dios, en Dios, su Padre y nuestro Padre. Esta triada siempre nos ha a nosotros de llenar de gran amor hacia Dios, porque en su Hijo Jesús nos lo ha dado todo, el perdón y la confianza en un Dios que no defrauda.

Lo hemos acabado de escuchar, mis hermanos, en la lectura de la Pasión que nos transmite el testimonio de San Juan. También, según la tradición, del apóstol más querido y amado por Él. María está presente en el Calvario, la Madre del Señor, y otras mujeres, nos dice el testimonio. Es un relato rico en simbología, donde cada detalle tiene un profundo significado en el cual tendríamos que detenernos.

Pero también en este día de la cruz más victoriosa, el silencio y la austeridad nuestra y de la Iglesia, nos ayudan a vivir mejor el Viernes Santo. Nos ayudan a vivir en oración. Atentos a lo que estamos celebrando a lo que está aconteciendo. El templo bastante oscuro y ya listo, despojado de todo, es la soberanía, es la cruz y ante este misterio somos llamados.

Primero que nada a ver más allá, a intuir un poco más. La fe cristiana no es la relación existencial hacia un Dios lejano, ausente, autoritario. Sino la revelación de un Dios cercano que se ha hecho hombre. ¡Verdadero hombre! En su Hijo Jesús, que ha padecido, por ti, por mí, por todos. Y aquí vemos al extremo su amor por nosotros. ¡Hasta la cruz!

Y por eso en este día la cruz de Jesús nos recuerda también nuestra propia cruz. Esa cruz que tal vez en este momento pesa un poco sobre tu vida. Esa cruz que seguramente te ha hecho llorar, que te ha quitado horas de sueño. Tu cruz, al mirar la cruz de Jesús se transforma. Al mirar la cruz de Jesús, nuestras cruces, nuestras limitaciones quedan ante la posibilidad de ser transfiguradas y resucitadas.

Por eso es que hoy, nosotros adoramos la cruz. Nuestra vida se llena también de sentido. Y nuestras limitaciones, vuelvo a insistir, nos recuerdan la posibilidad de la resurrección.

¿Qué podemos también desde nuestro corazón hoy decirle al Señor?

Le podemos decir que estamos agradecidos. Le podemos decir que estamos admirados, porque nunca, jamás, alguien nos ha amado ni nos podrá amar como nos ama Él, que ha dado su vida por nosotros. Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos, nos dice Juan. Y por eso, la oración nuestra, en este Viernes Santo, no es la oración sólo para pedir. Hoy es ante todo la oración para admirar, para agradecer. Jesús para nosotros. Es el modelo que hay que seguir, diría, que hay que reproducir.

Hemos de ser nosotros, cristianos, aquellos que estamos dispuestos a amar y amar hasta el extremo. Porque sólo así seremos para otros evangelios vivientes, no solo del Jueves Santo ni del Viernes Santo, sino también del Sábado y del Domingo de Resurrección.

Pidamos esta gracia al Señor. Que nuestra cruz no nos aplaste. Y que por la gracia de la cruz de Jesús, nuestra vida sea también elevada, transformada y resucitada con Jesús.