DAME DE BEBER
Homilía del Obispo Diocesano en el III Domingo de Cuaresma:
El Evangelio de hoy de la Samaritana y los dos que vienen después, el Evangelio del Ciego de Nacimiento y de la Resurrección de Lázaro que vamos a escuchar en estos próximos domingos, son los Evangelios que acompañan a un camino de fe, un camino bautismal, aquellos que se van a bautizar en la Gran Vigilia de Pascua, donde la fiesta del bautismo, de esa vida nueva que recibimos de parte de Dios, se hace patente en esa noche. Por eso estos tres Evangelios van acompañando a los catecúmenos que se van preparando para recibir el bautismo.
Dos o tres consideraciones en este Evangelio de la Samaritana que tiene muchos simbolismos, tienen muchas puntas como para poder reflexionar sobre ellos.
Lo primero es esto que le dice Jesús a la Samaritana: "Dame de beber". Desconcertante, La Samaritana llega al pozo a cargar agua y encuentra a Jesús sentado. Nosotros podríamos decir lo mismo, nosotros apenas hemos llegado, estamos aquí y nos encontramos con Jesús que nos espera. A cada uno de nosotros, Dios nos quiere hablar en Jesús, a cada uno de nosotros. "Dame de beber". Desconcertante, hemos venido para recibir de Él, para recibirlo en la comunión, escuchar. Hemos venido a recibir y nos encontramos con alguien que nos dice "Dame de beber". Quiero que tú me des de beber a mí.
¿Cuál es la sed de Jesús? ¿De qué sed se trata? Y la sed de Jesús es la búsqueda de nuestra sed. La sed de Jesús es nuestra propia sed, quiere que nosotros le ofrezcamos, contactemos, entremos en contacto, Él quiere entrar en contacto con nuestra sed.
De nuestra sed, Él tiene sed, de nuestras angustias, de nuestras heridas, de nuestras preguntas, de nuestra vida, de tantas cosas que a veces están entre nosotros y que no le vemos salida. Esa es nuestra sed, tanta sed que tenemos, de tantas cosas y Jesús tiene hambre de nuestra sed. Tengo sed de ti, tengo sed, tiene sed de cada uno de nosotros. De la sed que tenemos, Él quiere entrar en contacto con nosotros.
Es tiempo de Cuaresma, bien porque Él se presenta y nos acompaña en el camino para que pongamos ante Él nuestra sed. Dicho así, parece muy fácil, pero no es fácil contactar con nuestra sed. Podemos llegar a visualizar la sed humana que tenemos, de tantas cosas a veces próximas o que deseamos en la vida. Él nos dice, yo no hablo de esa sed, yo lo que te vengo a ofrecer es otra sed. Que de repente tú no tomaste en contacto con ella y entonces tenés que descubrirla, porque es la que te da respuesta a las verdaderas preguntas de tu vida, la que va a dar sentido a tu vida.
Entra en contacto con tu sed, reconocer nuestra sed, nuestra sed existencial, no siempre fácil. Vivimos buscando otra sed y nos ofrece esa sed en muchas maneras, pero hay una sed existencial que sólo Él la puede formar.
Yo tengo para ti otra agua, aquellos que tengan sed, dice en el Apocalipsis, aquellos que tengan sed, vengan y beban gratuitamente de esta agua de la vida. Jesús sediento de nuestra sed quiere entrar en contacto con nuestra vida, con lo más profundo de nosotros y con nuestras preguntas más profundas, y al mismo tiempo nos dice, ahora que la descubriste yo tengo para ti un agua que va a calmar esa sed.
Jesús se ofrece como el camino, la verdad y la vida para nosotros.
Este tiempo de Cuaresma es un tiempo para descubrir nuestra sed, de qué tenemos sed, de qué estamos sedientos profundamente, por qué caminos hemos intentado saciar nuestra fe, nuestra sed.
Lo vamos descubriendo en este tiempo de Cuaresma porque la conversión viene por ahí, por reconocer lo que realmente ansiamos y qué caminos estamos recorriendo hasta ahora para llegar a saciar eso que tenemos o no lo hemos puesto en el tapete frente a nosotros si de esto tengo verdaderamente sed. Y ahí es donde aparece Jesús, yo tengo para ti la respuesta para esa sed que tú tenés y que te va a dar sentido a tu vida.
Esto habla de que el camino de la fe es un proceso, la fe es un camino, no creo de un día para otro y con lo que creo ya me conformé y ya con eso me basta para caminar por la vida, sino que uno va enriqueciendo permanentemente su fe y eso lo muestra el camino que hace la samaritana.
La samaritana, Jesús con la samaritana hace un proceso de fe como la hace con nosotros, durante nuestra vida vamos haciendo un proceso de fe. La samaritana, lo primero que le dice a Jesús es tú no eres judío, Jesús es un judío, que se sorprende porque un judío con la samaritana no se llevaba.
¿Cómo me estás hablando a mí? ¿Vos que sos judío?
Sigue la conversa y le dice Señor, sigue un poquito más y le dice tú sos un profeta y sigue un poquito más y le dice tú sos el Mesías.
Va creciendo en ella un conocimiento de Jesús y así tiene que ser nuestro camino de fe. Nuestro camino de fe no se puede quedar estancado, tiene que ir creciendo. Como el camino, la verdad y la vida. Nuestra fe también como la samaritana es un proceso.
¿Cómo termina? ¿Cómo termina el Evangelio? ¿Qué título se le da al Salvador, a Jesús el Salvador? Al Salvador, a Jesús el Salvador. De judío a Salvador. De un hombre cualquiera va creciendo en nosotros esa conciencia del amor del Padre por nosotros que nos regala a su propio Hijo y que se hizo hombre y se encarnó y que murió por nosotros y resucitó y sigue vivo y está con nosotros caminando y nos prepara una mansión para siempre.
Es decir, vamos haciendo un proceso de fe hasta reconocer en él al Salvador de nuestra vida.
Salvador es aquel que da respuesta a todo aquello que nos angustia, nuestras preguntas más profundas están en Él. El que lo encuentra a Él no tiene que buscar más. No busquemos respuestas. Con las respuestas si verdaderamente nos encontramos con Jesús las tiene él en nuestra vida. No busquemos caminos para que nos adivinen qué va a pasar o lo que sea porque Él tiene la respuesta.
¿No será falta de fe en Jesús? Todavía estamos tal vez en Jesús profeta pero no llegamos a Jesús salvador en nuestra vida.
¿En qué momento es nuestra relación con él? Si realmente nos encontramos con Él ya no necesitamos buscar respuestas en otro lado.
¿Cómo sabemos si realmente nos encontramos con Jesús en el camino? Cuando lo dejamos entrar en nuestra vida
¿cómo sabemos que hay un verdadero encuentro? Cuando algo en nuestra vida se modifica, cuando algo en nuestra vida cambia
Ahí puedo decir, realmente me encontré con Jesús en el camino. Y esto que me sucedió, que me sucede y que me está sucediendo gracias a ese encuentro con Él, me está hablando de un Dios amante. Un Dios vivo, verdadero que camina conmigo. Algo se modifica. Cuando uno nota que algo cambió en mi vida gracias al conocimiento y ese encuentro con Jesús es porque verdaderamente mi relación con Él me cambió la vida. Y ahí hubo un verdadero encuentro. Ese es, no falso. Cuando yo noto eso en mi vida si no lo hice todavía si no sentí que...porque yo puedo tener una religiosidad y una fe que, meta por un oído, me sale por otro muy superficial pero no cambia para nada mi vida.
Puedo escuchar la Palabra, escucharla con la mente pero no con el corazón ni con un espíritu abierto y qué linda palabra. Pero salgo, y qué linda palabra. Pero salgo y mi vida no cambió en absoluto.
Cuando empieza a cambiar mi vida ahí yo puedo decir verdaderamente me encuentro con Jesús. Porque si no, muchas veces puedo buscar a Dios y buscar un Dios utilitario. Un Dios que utilizo y que recurro a él en circunstancias determinadas. Y si no me da lo que tengo lo dejo de lado porque lo busqué para algo, para que me diera algo.
El Dios de Jesucristo es aquel que si yo lo dejo entrar en mi vida cambia mi vida y la hace mejor y la hace con sentido y la hace caminar en paz a través de las oscuras quebradas, como dice el Salmo 22, que a veces pasamos por nuestra vida pero sabiendo que vamos de la mano de Él.
Al verdadero encuentro es lo que perseguimos en este tiempo de Cuaresma. Y llegar a la Pascua nosotros ya hemos vivido un verdadero encuentro con Jesús. Que uno diga realmente me encontré con Él, porque empecé a ver las cosas, a los demás, mi vida, el futuro de una manera distinta y nueva.