A TÍ LEVANTO MI ALMA
A ti, Señor, levanto mi alma:
en ti, mi Dios, confío, no quede defraudado, no triunfen de mí mis enemigos;
pues los que esperan en ti no quedan defraudados, mientras que el fracaso malogra a los traidores.
Indícame tus caminos, Señor; enséñame tus sendas;
encamíname fielmente, enséñame, tú eres mi Dios y salvador, en ti espero siempre.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu lealtad son eternas;
no te acuerdes de los pecados y delitos de mi juventud, acuérdate de mí con tu lealtad, por tu bondad, Señor.
El Señor es bueno y recto y enseña el camino a los pecadores;
encamina a los humildes por la rectitud, enseña a los humildes su camino;
las sendas del Señor son la lealtad y la fidelidad para los que guardan su alianza y sus mandatos.
Por tu nombre, Señor, perdona mi culpa, que es grave.
¿Hay alguien fiel al Señor? Le enseñará un camino escogido:
así vivirá feliz y su descendencia poseerá la tierra.
El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.
Tengo los ojos puestos en el Señor, que saca mis pies de la red.
Vuélvete a mí y ten piedad, que estoy solo y afligido;
ensancha mi corazón encogido y sácame de mis congojas.
Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados;
mira cuántos son mis enemigos que me detestan con odio cruel.
Guarda mi vida y líbrame, que no quede defraudado de haberme acogido a ti.
La honradez y la rectitud me protegerán: lo espero de ti.
¡Oh Dios, salva a Israel de todos sus peligros!